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Formación de facilitadores en aprendizaje autodirigido

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  1. C2S1: Semana 1 – Fundamentos 1 – Desescolarización
    6 Lecciones
  2. C2S2: Semana 2 – Fundamentos 2 - Modelos mentales
    12 Lecciones
  3. C2S3: Semana 3 – Fundamentos 3 - Innovación, Futuro y aprendizaje
    18 Lecciones
  4. C2S4: Semana 4 – Aprendizaje - Teoría del aprendizaje o filosofía de la educación
    24 Lecciones
  5. C2S5: Semana 5 – Inteligencia - Aprendizaje, Creatividad e innovación
    28 Lecciones
  6. C2S6: Semana 6 – Cerebro y mente I - Su relación con la educación
    21 Lecciones
  7. C2S7: Semana 7 – Cerebro y mente II - Neurociencias cognitivas
    21 Lecciones
  8. C2S8: Semana 8 – Historia, números y pensamiento
    21 Lecciones
  9. C2S9: Semana 9 – Educación, cultura e intencionalidad - Educación, la intencionalidad desde y para la humanidad
    22 Lecciones
  10. C2S10: Semana 10 – Ese 2% - El pensamiento del 2% de la población
    23 Lecciones
  11. C2S11: Semana 11 – Teorías del aprendizaje - Teorías y propuestas de aprendizaje
    4 Lecciones
  12. C2S12: Semana 12 – Semana libre
    1 Lección
  13. C2S13: Semana 13 – Modelos y propuestas educativas I – Filosofía
    16 Lecciones
  14. C2S14: Semana 14 - Modelos y propuestas educativas II - Pedagogías
    18 Lecciones
  15. C2S15: Semana 15 – Modelos y propuestas educativas III - Una mirada diferente
    16 Lecciones
  16. C2S16: Semana 16 – Intro a la innovación
    7 Lecciones
  17. C2S17: Semana 17 – Innovación I: Desde la crítica social
    13 Lecciones
  18. C2S18: Semana 18 – Innovación II: Habilidades de pensamiento
    16 Lecciones
  19. C2S19: Semana 19 – Innovación III: …y economía
    19 Lecciones
  20. C2S20: Semana 20 – Plataformas cognitivas
    10 Lecciones
  21. C2S21: Semana 21 – Desarrollo infantil para el aprendizaje
    10 Lecciones
  22. C2S22: Semana 22 – Escenario mundial: extremos y desigualdades
    7 Lecciones
  23. C2S23: Semana 23 – Desescolarización forzada
    10 Lecciones
  24. C2S24: Semana 24 – Del ser para el Ser
    12 Lecciones
  25. C2S25: Semana 25 – El futuro es autodirigido y descentralizado
    4 Lecciones
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La frase “todo necio confunde valor y precio” es atribuida a Antonio Machado, aunque Quevedo también expresó una idea similar con “solo el necio confunde valor y precio”. Es interesante notar que muchas de las cosas más valiosas en nuestras vidas no tienen un precio monetario asociado. Sin embargo, es común caer en la trampa de confundir el valor intrínseco de algo con su precio en términos monetarios.

¿Cuál es la diferencia entre VALOR y PRECIO?

¿Industrialismo o capitalismo? ¿Convivencia o autovalorización?
Algunas notas sobre las herramientas de convivencia de Ivan Illich
Illich participa en dos actividades simultáneas y relacionadas:

  • La primera es la crítica a lo que él llama industrialismo o modo de producción industrial.
  • El segundo es exponer algunas líneas básicas de un modo de producción alternativo al que llama convivencialidad.

La crítica de cómo son las cosas
Ya sea que llamemos al actual sistema global “industrialismo” o “capitalismo”, está claro que la crítica de Illich a cómo son las cosas es muy similar a la crítica marxista. Por un lado, hay muchos aspectos de su crítica que reflejan posiciones clásicas del marxismo ortodoxo. Por otro lado, hay aspectos que son bastante similares a los análisis marxistas occidentales más modernos. Comencemos con similitudes.
Las similitudes entre los dos enfoques:
1. El énfasis en las herramientas
El énfasis en las “herramientas”  es muy similar a la preocupación marxista clásica por el trabajo y las llamadas fuerzas y relaciones de producción. El enfoque marxista clásico sobre la centralidad de la “producción” se reproduce en el enfoque de Illich sobre las “herramientas”. [Aunque Illich a veces define las herramientas de manera tan amplia que las abarca todo y carece de significado, en su mayor parte usa el término de la manera habitual.] La similitud es obvia cuando consideramos las alternativas. Por ejemplo, podríamos subordinar el análisis de la producción y las herramientas a la cuestión más general de las relaciones entre humanos, o a las de otros tipos particulares de relaciones humanas, como el intercambio o el poder. O podríamos, como hacen los ecologistas profundos, subordinar el análisis de las herramientas humanas al de los humanos en la naturaleza. Pero éste no era el enfoque de Marx ni el de Illich. Sus obras están preocupadas por las relaciones humanas y, en gran medida, centradas en la producción.
Independientemente de cómo ubiquemos dicho estudio dentro de nuestro proyecto general, ciertamente podemos estar de acuerdo en que es deseable y necesario. Mientras el control social se base en la subordinación de las personas a las herramientas, y la libertad humana esté limitada por ella, necesitaremos estudiar las formas en que se logra esta subordinación y control para descubrir cómo ponerles fin.

Illich, propone ALTERNATIVAS como soluciones, no sólo a las visiones educativas, sino de todos los sub-sistemas.

Los conceptos de explotación del trabajo y propiedad privada de los medios de producción son marginales en sus manuscritos, si bien el anarquista cristiano asumía que las élites (económicas, profesionales, burocráticas) concentraban el poder y la riqueza mientras que las clases medias eran recompensadas por los proyectos de desarrollo, beneficiándose ambas de la inequitativa distribución de la riqueza en detrimento de los pobres. Illich también llamó la atención acerca de la subestimación de Marx de las técnicas alternativas a la producción en masa y de los costes de producción de la demanda de bienes —…, en la actualidad “la mayor parte de la mano de obra está empleada en la producción de demandas que puede satisfacer la industria que hace un uso intenso de capital” (“La sociedad desescolarizada”). Que esto sucediera suponía un volumen elevado de trabajo fantasma, trabajo impago realizado básicamente por mujeres, esencial para que el asalariado pudiera cumplimentar su labor, un valor agregado del que se beneficia el patrón “por intermedio de la mano de obra que emplea” (“El trabajo fantasma”). En cualquier caso, Illich estaba cierto de que el genio de Marx y de Freud sólo puede apreciarse cuando se considera cuán tempranamente definieron las reglas de desarrollo del drama moderno. Ambos forjaron los conceptos definitivos que habrían de usarse para describir y poner en escena al nuevo tipo de actor, el “hombre industrial”

Sorprendentemente, el primer monopolio radical no surgió en la economía, sino en la lengua, cuando se impuso la lengua materna como medio de comunicación en el mundo colonial en detrimento del habla vernácula. Se requirió a un séquito de expertos para el correcto aprendizaje de una población que se vio forzada a adquirir “la más antigua de las mercancías específicamente modernas, el modelo de todas las necesidades fundamentales futuras” (“El trabajo fantasma”). La producción de consumidores de bienes y servicios, esto es, de necesidades satisfechas por el mercado, se convertiría en la función de la escuela, aunque otros monopolios radicales contribuirían también a crear contingentes de consumidores potenciales al desposeer a la gente común de las habilidades heredadas por generaciones.

En sus “panfletos”, Illich conceptualizó como modo de producción industrial (de naturaleza heterónoma) el dispositivo que expropia la autonomía personal por medio de la técnica. Este modo de producción, común al capitalismo occidental y al socialismo soviético, sometió a su dominio todos los renglones de la reproducción social. Las instituciones modernas —extraídas de la matriz eclesiástica— obedecieron a la racionalidad intrínseca de la técnica, desplegaron su mecanismo en beneficio exclusivamente de ella, en el contexto de una sociedad desigual que no permitía la distribución equitativa del esfuerzo y de los bienes, ni tampoco garantizaba el acceso universal a los satisfactores básicos. Más todavía, la técnica, instrumentada por las instancias institucionales, privó a la gente común de los saberes y las herramientas que posibilitaban un desarrollo autónomo y la producción de los recursos indispensables para la vida.

La escolarización sentó las bases en Occidente para la conformación de un cuerpo de especialistas en los centros neurálgicos de la economía y la industria de los servicios, la cual fue colonizando los saberes y desposeyendo de las habilidades a personas y comunidades que anteriormente se bastaban a sí mismas: la autarquía desapareció. Entonces, la educación pública se convirtió en ambición del “proletariado modernizado”, que interiorizó las “promesas huecas a los pobres de la era tecnológica” formuladas por la escuela pública (“La sociedad desescolarizada”). “El más grande y más anónimo de todos los patrones” era un nuevo tipo de empresa “sucesora del gremio, de la fábrica y de la sociedad anónima” (“El trabajo fantasma”). En breve este proceso puede relatarse así:

Gutenberg descubrió una tecnología que puso los libros al alcance de todos… Lutero nos puso la Biblia al alcance de la mano… La iglesia católica lanzó la Contrarreforma al congelar la doctrina en un catecismo propio. Los jesuitas secularizaron la idea y crearon el Ratio Studiorum para sus universidades. Paradójicamente, este Ratio pasó a ser el currículum en el que se formaron las élites de la Ilustración. Y, finalmente, en la actualidad, las naciones Estado producen sus propias élites, a las que está reservada la buena vida en la Tierra; se les hace consumir educación. Al pobre, basta administrarle unas dosis menores del mismo consumo para ilustrarlo sobre su inferioridad predestinada. “Alternativas”

En el Tercer Mundo, objeto de intervención del primer Illich, este proceso no se consumaba aún; por tanto, ofrecía una oportunidad para alterar el curso que la modernidad había trazado como destino del mundo. Sin embargo, el peligro en América Latina era que las políticas desarrollistas impulsadas por la metrópoli estadounidense incorporarían a los pobres al contingente de consumidores de mercancías, inhabilitándolos para autoabastecerse; al final del camino serían pobres como antes, pero además dependientes, sin las destrezas para arreglárselas por cuenta propia. Visto de ese modo, “las clases bajas están formadas por aquéllos que se ven obligados a consumir los productos y los servicios contraproductivos que les imponen tutores autoacreditados; los privilegiados son aquéllos que están en libertad de rechazarlos” (“La sociedad desescolarizada”). Ésa era la índole de la pobreza moderna:

El Tercer Mundo tiene una responsabilidad crucial en la liberación del mundo de sus ídolos del progreso, la eficiencia, el PNB [Producto Nacional Bruto]. Sus masas no son todavía presas del hábito del consumo, especialmente del consumo de servicios. La mayoría de las personas aún se curan y se albergan y se enseñan unas a otras y podrían hacerlo de mejor manera si tuvieran herramientas ligeramente mejores. “Alternativas”

Illich auguraba que más temprano que tarde se recuperaría el ejercicio medieval de los oficios —un guiño contemporáneo a William Morris—, que habría que desacralizar a la escuela y a los maestros (sacerdotes laicos de la modernidad), acabar con la pretensión de esa empresa a la vez religiosa e ilegítima de “hacer del hombre un ser social sometiéndolo a un tratamiento con métodos técnicos apropiados” y desescolarizar a la sociedad a fin de que los individuos autónomos tomaran por cuenta propia el aprendizaje. La circunstancia obligaba a una reconfiguración de las instituciones a un necesario “rejuvenecimiento del estilo institucional”. Éste pasaba por amparar el derecho a enseñar dentro de la libertad de la educación, romper el monopolio educativo llevando a la práctica diversas maneras de ejercitar la enseñanza, poner la tecnología de la información a disposición de todos para que sirviera como una herramienta de uso común sin dar lugar a privilegios. Serían metas de la “revolución educativa”: 1) liberar el acceso a las cosas a fin de cancelar el “control que hoy ejercen unas personas e instituciones sobre sus valores educativos”; 2) asegurar la libertad de enseñar las habilidades o de ejercitarlas a pedido; 3) devolver a las personas la iniciativa para congregarse al margen de “instituciones que afirman estar al servicio público”; 4) exentar a las personas de la obligación de construir sus expectativas en función de los “servicios ofrecidos por cualquier profesión establecida”. La plena desescolarización de la sociedad tendrá un efecto desestructurante sobre el sistema de dominación en la medida en que, inevitablemente, borraría “las distinciones entre economía, educación y política, sobre la que se funda ahora la estabilidad del orden mundial y de las naciones”. Liberada la sociedad de las restricciones impuestas por este monopolio radical de un conjunto de técnicas y sus respectivas herramientas, se estaría en posibilidad de vislumbrar una economía de subsistencia (no de penuria y escasez) “capaz de utilizar las ventajas de la ciencia moderna” (“La sociedad desescolarizada”).

Ilustración: Jessa.

El imperio del automóvil en los transportes terrestres tiene características similares al de la educación, es decir, también da lugar a un monopolio radical sobre una necesidad, favorece a los ricos a expensas de los pobres y convierte a toda la sociedad en consumidor potencial. Aquél arraiga irreversiblemente cuando se empieza a imponer a todos la obligación de consumir el quántum mínimo sin el cual la máquina no puede funcionar. El monopolio radical que ejerce una industria sobre toda una sociedad no es efecto de la escasez de bienes reservados a una minoría de clientes; es más bien la capacidad que tiene esta industria de convertir a todos en usuarios. “Energía y equidad”

Las clases medias viven en función y para el coche, endeudándose para adquirirlo y reponerlo periódicamente sea indispensable o no. La demanda de autos crece vertiginosamente y una parte apreciable del gasto público se canaliza para abrir vías para la circulación de los coches en una carrera interminable. Las autopistas urbanas permiten incrementar la velocidad de los traslados de los sectores de mayores recursos, mas consumen fondos que bien podrían dirigirse al transporte colectivo utilizado mayormente por las clases populares. La velocidad de desplazamiento de unos pocos perjudica a las mayorías obligadas a movilizarse en vialidades saturadas. Con ello, la velocidad media disminuye considerablemente, incluso por debajo del umbral alcanzado por las bicicletas. Por añadidura, las personas subutilizan la energía de su cuerpo y los pies, pierden autonomía y consumen combustibles contaminantes. Como en todos los monopolios radicales, al romperse la justa proporción de los medios con los fines (en este caso los valores de uso), las instituciones que expropian las capacidades técnicas de individuos y comunidades desvirtúan los propósitos con los que fueron creadas transformándose en contraproductivas. Por tanto, “el desarrollo del sistema escolar, médico y de otras estructuras de bienestar despoja de manera muy precisa a los usuarios de las ventajas que debería obtener de ellos, ventaja que estaba en el origen mismo de la concepción y el financiamiento de esos sistemas” (“El trabajo fantasma”).

Si la industria del transporte obtura el tránsito de las mayorías, la empresa de la salud inocula la enfermedad al grado de provocar “la actual epidemia iatrogénica”. El monopolio médico de la salud confiscó para estos especialistas “el derecho exclusivo a determinar qué constituye la enfermedad, quién está enfermo o podría enfermarse, y qué cosa se hará con estas personas” (“Némesis médica”). Legos, curanderos y parteras fueron relegados a una función subsidiaria o a pequeñas ínsulas del dominio vernáculo. Con ello, los individuos perdieron la soberanía sobre su cuerpo y la comunidad quedó marginada del control institucional (“Némesis médica”). Es más, la medicina acabaría por proporcionar “cuerpos” a la gente en la medida en que “los cuerpos de las personas modernas son cuerpos asignados o atribuidos, construidos a partir de las observaciones médicas”. Asimismo, la medicación estructural de la población en la sociedad industrial inhibe la homeostasis del organismo, haciéndolo cada vez más vulnerable con respecto de los agentes patógenos. Se le priva de desarrollar sus propias defensas, de su autonomía, dándole entrada a la intervención externa, heterónoma, al transformar al sujeto en consumidor permanente de las mercancías y servicios producidos por la industria de la salud. Tampoco será capaz ya de contender con el sufrimiento y la muerte, condiciones naturales de la especie (Los ríos al norte del futuroConversaciones con David Cayley).

Esta “iatrogénesis estructural” contamina todas las relaciones sociales dando por resultado “la colonización internalizada de la libertad” (“Némesis médica”). De acuerdo con Illich, la dominación de las élites universitarias, empoderadas como casta burocrática por los monopolios de la técnica y las herramientas, daría lugar a una tecnocracia “regida por la lógica de sus instrumentos”, privando a la comunidad del control de éstos, así como de la reproducción social en su conjunto. Únicamente con la imposición de “límites a la despersonalización e industrialización de los valores se puede mantener un proceso de participación política”. Ello será posible siempre y cuando la gente recobre la “capacidad de proporcionarse ayuda mutua”, potenciándola “con la destreza en el uso de la tecnología contemporánea”. De no ocurrir esto, la sociedad quedaría a merced de un “Leviatán tecnofascista” (“Energía y equidad”).


Notas

[1] El presente texto se podrá leer en Carlos Illades, Por la izquierda: Intelectuales socialistas en México (México, Akal, en prensa).

[2] Todas las obras de Iván Illich citadas entre comillas se pueden encontrar en Obras reunidas I y II (2006 y 2008) del Fondo de Cultura Económica.

Hay alternativas, proponen algunos:

El capitalismo nos está matando, pero hay alternativas ¿Cuáles son?

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